De pronto me pongo a pensar en todas las decisiones que me llevaron a este momento. Mueve el dedo meñique, mueve cualquier parte de tu cuerpo, di cualquier cosa, haz algo por favor. Nada.
Siempre se trata de escribir por escribir, es el problema básico de la ecuación. Me prometo a mi mismo que la próxima vez todo tendrá un sentido, una razón de ser. Otra parte de mi se burla porque seguimos sin encontrar un sentido en la sin razón, otra parte sonríe porque nos gusta que las cosas sean así, otro me dice: “¿Por qué seguimos escribiendo?”
Por cierto, este momento no es de impotencia y no tiene nada que ver con el amor. Camino y me susurro al oído que todo tiene que ver con el amor, aunque ya se a que me refería. Creo que se parece más al desapego, pero me da flojera explicarte el porqué, lo comento solo por si alguien lo entiende, así que trataré de decirlo de otra forma. No me da la gana de mover el dedo meñique.
¡Oh no! La sin razón.